Estoy
leyendo Miedo Líquido, de Zygmunt Bauman, y en un capítulo llamado “El terror
de la muerte” toca un tema parecido a lo que estamos estudiando sobre Karl
Marx: “la religión es el opio del pueblo”, y me pareció buena idea hacer una
reflexión sobre esto para el blog.
En este
capítulo Bauman resalta las cualidades de la muerte: “Irreparable… Irremediable…
Irreversible… Irrevocable… Sin reversión o remedio posible… El punto sin
retorno… El final… Lo definitivo… El fin de todo”. Todas estas palabras parecen
útiles para describir la muerte, pero no aplican a la religión: la religión
católica dice que quienes fueron indulgentes, tolerantes y sacrificados vivirán
una eternidad de goce en el cielo, y quienes fueron malvados y pecadores sufrirán
eternamente en el infierno; la religión judía dice que los actos hechos en la
tierra serán recompensados durante y después de la vida terrenal; el islam
también cree en la vida después de la muerte; el hinduismo y el budismo dictan
que el alma del muerto continuara su vida dentro de otro cuerpo. En estos casos
la muerte no el fin, es un inicio, el comienzo de una nueva forma de vida cuya
calidad dependerá de las acciones realizadas en la “vida terrenal”, la que
conocemos nosotros. Entonces esta vida terrenal que vivimos no es la vida en
sí, sino una prueba, un examen que tenemos que aprobar para pasar a la
siguiente etapa, o para que la siguiente etapa sea placentera.
La
religión hace del fin un inicio, de lo irreversible un nuevo comienzo, de lo
irreparable una solución. Esta promesa que nos da nos tranquiliza y consuela,
nos da esperanza, y esta es una de las razones por las que tanta gente se
identifica y moviliza. Este es el opio, el tranquilizante, el estupefaciente
del que Marx hablaba. Le da un sentido a la vida, la prolonga por una eternidad, y pone a alguien por
encima nuestro en la jerarquía de la naturaleza, alguien a quien seguir y en
quien confiar. Es más fácil vivir sabiendo que hay un Dios misericordioso que
nos guiará a lo largo de nuestras vidas y nos protegerá, que vivir sabiendo que
la muerte es el final, que estamos solos en nuestras vidas vacías,
insignificantes y sin un sentido concreto, que solo nosotros podemos
defendernos con lo poco que tengamos a disposición y que a pesar de nuestras
acciones, ya sean buenas o malas, sea lo que sea que la vida nos depare, no
podemos controlarlo. El miedo a la muerte genera una atmósfera perfecta para la
entrada de Dios, que viene a calmar nuestros temores con la promesa de la vida
eterna.
El hombre también le teme mucho a lo desconocido, y las religiones son una forma placentera de explicar todo lo misterioso de la vida, como por ejemplo la muerte y lo que pasa luego de que esta ocurra.
ResponderEliminarMuy buena nota, me gusto mucho.
Super interesante lo que decis Pampa. Claramente la muerte es un misterio, una duda sin respuesta concreta y que la religion sea el opio del pueblo, crea en la gente una respuesta "a lo Hegel", abstracta, que sin embargo crea en la gente alivio y paz, y como decis la promesa de la vida eterna.
ResponderEliminarEs muy interesante pensarlo de esa manera. Usar a ese Dios para tranquilizarnos de que no termina todo acá en la tierra sino que es solo "una prueba, un examen que tenemos que aprobar para pasar a la siguiente etapa". Claro que soy católica y no lo veo desde el lado de que uso a Dios para tranquilizarme y menos que sea estupefaciente porque yo si realmente creo en él y que existe, yo no lo siento así. Buenísima la nota.
ResponderEliminarMuy interesante el tema elegido, Pampa. Efectivamente la mayoría de las religiones afirman una mitología en la que esta vida terrenal, es una etapa más en una existencia que es mucho más larga. Y este pequeño paso por el mundo, sirve justamente para ponernos a prueba y en consecuencia tener una mejor o peor "vida futura".
ResponderEliminarEn este sentido, como decís, la religión es el opio de los pueblos, tranquiliza respecto a la conciencia que tenemos de nuestra finitud, de nuestra muerte.
Ahora bien, en una sociedad con una gran cantidad de personas laicas, ateas, no creyentes. En fin, en una sociedad donde hay conciencia de que la vida que tenemos es solamente ésta, ¿qué cosas cambian? ¿qué tipo de comportamientos, costumbres y acciones toman los que saben de su finitud?
Viven.
EliminarLos religiosos también viven, teniendo esperanza en otra vida, temiendo castigos y aguardando recompensas.
EliminarLos no religiosos ¿viven con conciencia de su muerte? ¿viven sin valores que los guíen? ¿viven bajo el relato de nuevas divinidades terrenales, nuevos opios?